"La corrección de los desequilibrios externos y la recuperación de la confianza de la banca internacional sobre la capacidad crediticia del país han continuado siendo los objetivos rectores de la política económica. El énfasis excesivo en estos objetivos ha llevado a descuidar el crecimiento y la actividad económica interna. De esta manera, los niveles de producción de los sectores industriales han permanecido estancados desde mediados de 1984 y la situación del comercio se ha deteriorado. En materia cambiaría, el ritmo de devaluación se ha mantenido a tasas extraordinariamente altas. Los ajustes que el gobierno ha venido introduciendo a los regímenes de control a las importaciones en los últimos meses han confirmado además la intención de asignar al manejo cambiaría un papel creciente en la política comercial externa del país, en detrimento de los instrumentos directos de control, gracias a los cuales se logró la eliminación de los desequilibrios comerciales externos desde el último trimestre de 1984. También las políticas fiscales han sido moldeadas con el propósito de lograr el respaldo de las entidades internacionales, aceptando la contracción abrupta del déficit como componente del programa de estabilización. El recrudecimiento de la inflación por la insuficiente oferta de alimentos ha surgido como un nuevo factor de perturbación de la actividad económica. Aunque el gobierno no cuenta con instrumentos de políticas para contener de manera inmediata las tendencias precios de los alimentos, si puede orientar sus esfuerzos a fortalecer la capacidad de respuesta de la oferta agrícola, adecuando los sistemas de financiamiento y provisión de insumos a los pequeños agricultores y recuperando la capacidad de intervención en el mercado con existencias reguladoras."